Reflexión en la arena.-
Mientras miro la arena blanca en estas playas paradisíacas, sigo sorprendido de cómo la historia se está repitiendo tal como dijo Ortega y Gasset. Después de la época racional fuerte que vivimos, vino la demolición revolucionaria, parecía que el hombre encontraba su razón de ser en los cambios guiados por las nuevas ideologías… pero como reza la canción de Emmanuel: todo se derrumbó, incluyendo el muro de Berlín y, vaya sorpresa, ahora entramos en el reino supersticioso.
Como advertía Ortega y Gasset no hemos vuelto a la superstición antigua con ídolos y templos. La superstición actual es creencias sin pruebas, ídolos de la emoción, símbolos de lo agradable aunque irreal. En esencia es, se basa y se expande vía el ecosistema digital.
El espíritu supersticioso de este nuevo ciclo de la civilización se viste con estadísticas falsas, frames emocionales y algoritmos que premian el absurdo, la exageración, la teoría, el complot y el dramatismo.
La masa del presente prefiere la emoción al dato, el sentimiento al razonamiento y el símbolo al análisis.
Byung-Chul Han, mi “orteguiano”moderno preferido, lo establece sin muchas vueltas cuando nos dibuja como la sociedad de la dopamina en sustitución de la reflexión. La gente busca estímulos, no conceptos.
Bauman llamó a esto “licuefacción” de las estructuras pues nada es sólido, todo es relato flotante, todo es provisional, caprichoso, volátil.
Taleb lo describe con otra frase “ la gente sencillamente prefiere una historia que se sienta bien, a un dato que sea cierto”. Y todos estamos ahí, viviendo exactamente eso…la superstición moderna disfrazada de trending.
Perdonando el sacrilegio hoy la red es el templo. El algoritmo es el sacerdote. El like es la ofrenda. El trending es el milagro. Es evidente que la masa quiere dopamina, no argumentos. Información ya no es poder. Lo que importa es la narrativa que produce reacción, no la verdad que produce comprensión. Esa es la prueba final del diagnóstico de Ortega en el sentido de que la razón ya no domina.
La revolución ya pasó. Ahora manda la superstición.
Con esta verdad incómoda, se desprende el deber del comunicador estratégico que lejos de negar o luchar contra la psicología dominante, debe diseñar mensaje desde esa psicología dominante. Las reglas reales de hoy son estas:
- El mensaje debe ser simple, corto y emocional.
- La lógica no se explica, se condensa en una frase.
- El símbolo manda por encima del dato.
- La narrativa se construye en 7 segundos, no en 3 párrafos.
El comunicador que entienda esto debe entender que no se rebaja más bien se moderniza. En esta era supersticiosa, el medio que sobreviva no será el que tenga más información, sino el que ponga mejor “sentido” emocional y simbólico sobre los hechos.
El medio que quiera dominar engagement tiene que aplicar lo que Ortega advirtió: el hombre actual se mueve por impresiones. Por eso, la estrategia de comunicación debe entregar profundidad con forma superficial. Mensaje profundo, pero expresado con formato de meme, fragmento, ritmo, shock y simpleza.
La masa hoy no lee tratados. Pero sí reacciona. Por lo tanto el trabajo del buen comunicador no es imitar a la masa, sino diseñar para la masa un mensaje inteligente que pueda ser recibido por su capacidad actual. La verdad es dura, pero es la única verdad útil y sabemos que si no adaptamos contenido a este cerebro supersticioso global, seremos invisibles.
Fernando Placeres, M.Sc
Fernando Placeres, M.Sc, es comunicador, director de medios y consultor en marketing digital. Posee una maestría en Marketing & Digital Strategy.
Contacto: @fernandoplaceres

Ese es el otro
No lo vi
Si, Vermont
Al mismo place
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