Reflexión en la arena.-
En los artículos anteriores hemos usado la expresión “El brujo” como metáfora crítica para referirnos al algoritmo y la magia con que controla nuestras vidas.
Llevado a un nivel más amplio habría que incurrir en el análisis sobre los matices en geopolítica pues el algoritmo no actúa igual en todas partes. Cambia de máscara según el sistema político, la cultura y el nivel de institucionalidad. Aunque de todas formas el hechizo es el mismo…controlar la atención para influir en la conducta.
La diferencia entre países no está en si existe control, sino quién lo ejerce, con qué límites y bajo qué relato moral.

En China el brujo es funcionario.
El control es abierto, explícito y centralizado. El Estado decide qué se ve, qué se dice y qué desaparece. No hay ilusión de libertad digital. Plataformas, medios y redes responden a la lógica de la estabilidad política y cohesión ideológica.
Aquí el ciudadano no cree que el algoritmo es neutral. Sabe que obedece al poder. El pacto es claro y consiste en orden a cambio de control.
En Estados Unidos se viste de mercado.
No censura directamente… optimiza. El algoritmo no responde al Estado, sino al negocio. Engagement, polarización y permanencia mandan. El control es indirecto, pero profundo: se amplifica lo emocional, se radicaliza la opinión y se fragmenta la verdad.
Aquí el ciudadano cree que elige, pero es elegido. El poder no calla voces: las ahoga en ruido.
En la Unión Europea, el brujo está vigilado… pero sigue siendo brujo.
Europa intenta domesticar el algoritmo con leyes, regulación y ética digital. Hay límites, multas y marcos legales. Sin embargo, la tecnología siempre va un paso adelante. El control existe, pero es más lento y reactivo.
Aquí el ciudadano es protegido, pero también infantilizado puesto que se regula para evitar abusos, no para despertar conciencia.
Y en la República Dominicana, el brujo opera sin templo ni reglas claras.
No hay un control estatal fuerte ni una regulación tecnológica robusta. El poder del algoritmo se cuela por la informalidad, la desinformación y la debilidad institucional. Influencers sustituyen a medios, viralidad reemplaza verificación y el rumor compite de tú a tú con la noticia.
Aquí el peligro no es la censura, sino la anarquía algorítmica: cualquiera manipula, nadie responde.
En síntesis: China controla desde el poder. Estados Unidos controla desde el mercado. Europa controla desde la ley. Y República Dominicana… no controla.
Y cuando nadie controla al brujo, el brujo manda solo. La verdadera pregunta ya no es si el algoritmo influye, sino quién se atreverá a desenmascararlo.
Porque mientras discutimos libertad de expresión, el hechizo sigue intacto y decide qué pensamos antes de que pensemos.
El brujo del algoritmo no necesita imponerse. Le basta con que no lo cuestionemos.
Gracias a sus órdenes
Es la continuidad
Tercero de la serie
Hay varios casos
Gracias son dos
Así es jajajja