En pruebas PISA la República Dominicana queda 146 de 148 países con baja calidad educativa.

En pruebas PISA la República Dominicana queda 146 de 148 países con baja calidad educativa.

En las pruebas PISA del año 2019 la República Dominicana ocupó el lugar 146 de 148 países con baja calidad educativa. Hoy, sin cambios sustanciales, esa misma posición deviene insultante para la dignidad de todos los dominicanos. Somos, en educación pública, los peores del continente latinoamericano.

Empero, el problema de la escuela dominicana es el único que posee, y le sobran, según la experiencia de una década, recursos económicos suficientes para resolver, pertinente y adecuadamente la cuestión educativa.

El problema de la escuela dominicana es que enseña a leer muy poco, a pensar menos y, por lo tanto, a creerlo todo. La creatividad, en este escenario, es, sino imposible, retardada y nada prometedora. Nuestros niños están sometidos a una lotería del aprendizaje, de ahí la poquísimos niveles óptimos y la baja cantidad de la excelencia educativa. Ofende saberlo: apenas 0.75 de cada 100 adolescentes ingresan en este destacado renglón. Y es que, ni el azar convoca talento ni los caprichos son forjadores de conocimientos reales.

Como tantas veces se ha dicho, y medido, la causa principal de este desencuentro radica en la desactualización metodológica, ausencia de estímulos comprometedores entre docentes y discentes y, producto de lo anterior, desvinculación o inutilidad de las nuevas herramientas tecnológicas al servicio de la didáctica posmoderna y la comprensión analítica.

Los docentes, provenientes del mismo recuadro de aquella deficiencia histórica, no pueden avistar otro horizonte ni escalar más allá de las posibilidades que, mal que bien, les ha provisto nuestro desnortado sistema educativo. Por vía de consecuencia, arrastran los sesgos y falencias de una propedéutica fallida, desactualizada y extraviada de principio a fin.

Porque la escuela recicla y rehúsa un método fracasado, año tras año, convirtiéndose en centro de reproducción y acumulación de datos malentendidos, memoria mecánica y juicios distorsionantes. Refundando, de forma cíclica, los niveles deformantes de su propio naufragio. Pensar, en términos epistemológicos y críticos, entraña una aventura abismal, sin horizonte previsto ni metas asignadas.

Como el problema es complejo y antiquísimo, demanda un abordaje sistemático, continuo y rupturista. Pues, en educación no hay revoluciones declaradas, solo existen procesos monitoreados, medibles y metodológicos. Vale decir, mediante un camino valorativo y a partir de un diagnóstico situacional, sin políticas piadosas, fórmulas mágicas ni terapias milagrosas.

Comprobada la desigualdad económica y social de los grupos poblacionales, visto el desempeño individual y las características especiales de cada estudiante, la metodología indica un deber diferenciador, segregando positivamente, de acuerdo con la vocación, talento y capacidad especial de cada sujeto y grupo en cuestión.

Ello sólo encaja dentro de en un Acuerdo Nacional (fiscalizable), donde cada esfuerzo de progreso y empeño de mejora sea admitido como política general, con evaluaciones ponderables, bajo la conducción del Ministerio como ente técnico-científico y humanístico. Aquí, el compañerismo partidario per se no tiene cabida; solo cuenta cuando, al margen de afiliaciones esté sometido, por disposición del reglamento común, a evaluaciones y competencias, fuera de adherencias políticas y preferencias partidarias.

Por Ricardo Nieves

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