El mundo está lleno de misterios invisibles a nuestros ojos. Creemos ver la realidad completa, pero lo cierto es que apenas percibimos una franja mínima del espectro de luz. Y mientras el ser humano se conforma con tres receptores visuales —rojo, verde y azul—, en los océanos habita un pequeño ser que ve un universo que nosotros ni siquiera podríamos soñar hablo de el camarón mantis.
Este crustáceo, más parecido a un guerrero prehistórico que a un animal doméstico, posee entre doce y dieciséis tipos de conos ópticos. Es decir, su visión capta longitudes de onda ultravioleta, infrarroja y polarizada, colores imposibles para la mente humana. Si pudiéramos ver el mar como lo ve él, descubriríamos un arcoíris extendido hacia dimensiones desconocidas.
Los científicos se han maravillado con esta criatura. Su ojo, del tamaño de una lenteja, funciona como una cámara de alta precisión que detecta patrones, brillos y matices que los humanos ni siquiera registran. Paradójicamente, no lo hace por estética, sino por supervivencia pues necesita identificar presas, camuflajes y rivales en milisegundos. Su cerebro no “disfruta” el color más bien lo usa como un radar biológico.
Esta comparación provoca una reflexión inevitable. Si el camarón mantis puede ver lo invisible, ¿cuántas realidades estarán ocurriendo frente a nosotros que no percibimos? Tal vez el universo esté lleno de belleza oculta, esperando que ampliemos nuestra conciencia más allá de los límites de los sentidos. Ver no siempre es comprender, y comprender no siempre es ver.
En un tiempo donde las pantallas nos saturan de imágenes, el pequeño camarón nos recuerda una lección silenciosa… la realidad no termina en lo visible. A veces lo esencial está en otra frecuencia.
Fernando Placeres, M.Sc
Comunicador, director de medios y consultor en marketing digital.
@fernandoplaceres
