Punta Cana no nació de un folleto turístico. Nació del esfuerzo de visionarios que llegaron con una maleta, un sueño y disposición para trabajar donde no había luz, agua ni caminos. La grandeza de este destino no está solo en sus playas perfectas: está en su gente.
Aquí no se pregunta “¿de dónde vienes?” sino “¿qué vienes a construir?”. Y esa mentalidad explica por qué hoy este lugar es el motor turístico de la República Dominicana y una de las marcas más fuertes del Caribe.
El camarero que habla tres idiomas.
La enfermera que cuida día y noche a visitantes y residentes.
El taxista que recibe al turista como familia.
El emprendedor que comenzó con una mesa y ahora tiene un negocio que da empleo.
Ellos son el verdadero rostro de Punta Cana.
En cada calle se respira ese sentido de pertenencia: la decisión de defender lo nuestro, organizarse, exigir mejores servicios, y al mismo tiempo, seguir sonriendo y trabajando.
Ese orgullo local no es arrogancia. Es conciencia del camino recorrido.
Porque aquí, todos los días, alguien se levanta más temprano que el sol para que este paraíso funcione.
A los que llegaron hace 40 años y a los que llegaron ayer:
Gracias por creer que lo imposible se puede.
Punta Cana tiene playa, sí. Pero sobre todo tiene corazón.
¿Tú también formas parte de esta historia?
Cuéntame en los comentarios: ¿qué te hace sentir orgullo de vivir aquí?

hola
así es el otro
claro todo bien
del otro lado está