Trump y Ucrania han estado entrelazados en una relación marcada por tensiones, escándalos y giros diplomáticos que todavía en 2025 generan debate global. En 2019, el entonces presidente Donald Trump protagonizó un escándalo que quedó grabado en la historia política estadounidense: presionó a Volodímir Zelenskiy, presidente de Ucrania, para que investigara a Joe Biden y a su hijo Hunter, sugiriendo que liberaría casi 400 millones de dólares en ayuda militar a cambio de esas indagaciones. El episodio, conocido como quid pro quo, derivó en un juicio político donde Trump fue imputado por abuso de poder y obstrucción al Congreso. Organismos oficiales, como la Oficina de Responsabilidad Gubernamental, concluyeron que retener la ayuda fue ilegal, y varios juristas señalaron que las acciones de Trump podrían encajar en delitos como soborno y conspiración.

En su retorno a la Casa Blanca en 2025, las sombras del pasado parecen reaparecer. En febrero, Trump recibió nuevamente a Zelenskiy en Washington, pero la reunión terminó abruptamente entre críticas públicas al líder ucraniano y sin acuerdos claros. Poco después, el mandatario suspendió de manera indefinida la ayuda militar a Ucrania, alegando que debía servir para alcanzar la paz y no prolongar la guerra. La medida fue recibida con alarma por aliados europeos y con preocupación en Kiev, donde la supervivencia depende en gran parte del respaldo occidental.

El episodio más reciente ocurrió en agosto de este mismo año. Trump volvió a encontrarse con Zelenskiy, esta vez acompañado por líderes europeos. Allí, el presidente estadounidense insistió en que Ucrania debería renunciar a ingresar en la OTAN y desistir de recuperar Crimea. Llegó incluso a plantear la posibilidad de ceder el Donbás, región aún bajo ocupación rusa, como parte de un acuerdo de paz. Sus palabras provocaron un terremoto diplomático: algunos analistas europeos hablaron de una “garantía de seguridad al estilo OTAN” que podría calmar el conflicto, aunque sin compromisos reales. Para otros, ceder territorio equivaldría a premiar la agresión de Moscú y fracturar la unidad de Occidente.

Zelenskiy, por su parte, reafirmó que no aceptará concesiones territoriales y reclamó unidad de estrategia frente a Rusia. Mientras tanto, la opinión pública internacional permanece dividida: hay quienes ven en las propuestas de Trump un atajo hacia el fin de la guerra, y otros que advierten que el costo sería demasiado alto y dejaría a Ucrania debilitada frente a futuras agresiones.

En síntesis, la relación entre Trump y Ucrania sigue atrapada entre la política doméstica estadounidense, las presiones de Moscú y las aspiraciones de Kiev. Lo que en 2019 fue un escándalo que desembocó en un juicio político, en 2025 se convierte en un delicado tablero geopolítico donde cada movimiento tiene repercusiones para la seguridad europea y la credibilidad de Washington.

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