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La Magia de las Comsiones.

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LA INSOSPECHADA TIENDA DE ARTESANIA EN PUNTA CANA DONDE LOS DÓLARES FLORECEN.

La ví por una de esas casualidades que luego agradecemos. Afuera no había letreros. Ni luces. Ni vitrinas.Nada. Solo un inmenso parqueo abarrotado con todas las marcas de empresas de transporte de las muchas que abundan en la zona.

Con dificultad pude avistar una puertita minúscula —que daba al lugar el aspecto de un almacén cualquiera- por donde se filtraban, uno tras otro, los turistas blancos como el coco rallado, cámara al cuello, chanclas de hotel, y una sed inexplicable por comprar todo lo que huela a “caribeño”. También los había de color.

El nombre de la tienda no figura mucho en mapas ni folletos, pero parece haber sido tatuado en los GPS sde los autobuses turísticos que surcan Punta Cana y Bávaro.-

La fila de extranjeros me llenó de curiosidad. Allí estaban, apiñados en el calor del mediodía, revolviendo con asombro dulces de maní , cofres de madera con pinturas de santería, collares de larimar, y toda la fauna artesanal de lo que podría ser un mercado en Dajabón, pero a precios de Champs-Élysées. Lo fascinante no era el colorido de los productos, sino la ausencia casi absoluta de mercadeo: nada de Instagram, ni Google Maps, ni TikToks. Y sin embargo, para mi asombro, esa tienda vendía como si regalaran.

Fue entonces cuando la vi. Sentada en una especie de taburete, detrás de un mostrador con tablones y sin aire acondicionado, una joven sonriente, de nombre que nunca supe, anotaba en una libreta los nombres de los choferes de autobuses que iban llegando repletos de turista. Uno a uno. Con calma de taquígrafa y la precisión de un banquero. Algunos entraban a saludarla como quien visita a su madrina. Otros salían con sobres discretos en el bolsillo y una sonrisa de tipo que acaba de ganar la lotería sin comprar boleto.

El secreto, vine a saberlo días después, está en la “comisión”. Aunque parezca mentira a cada chofer que lleve un autobús con de turistas, le dan 10 dólares por parada y además el 30% de todo lo que compren sus pasajeros. Sí, leyó bien: treinta por ciento. En una jornada pueden ganar más que un ejecutivo de zona franca. Mientras los turistas creen haber descubierto un “tesoro escondido”, los verdaderos afortunados no son los extranjeros, sino los choferes.

No se trata de una tienda, sino de una máquina económica perfecta. Un sistema de mercadeo no basado en el deseo del cliente, sino en el interés del intermediario. No venden al turista, seducen al chofer. No invierten en campañas digitales, invierten en gratitud. ¿Qué mejor influencer que un conductor con control de la ruta y 50 billeteras en el autobús ?

Y mientras los mercadólogos se matan con algoritmos y segmentaciones, aquí, en una tienda sin nombre ni fachada, maneja una estrategia basada en el canal con más eficiencia que cualquier CRM. Los turistas seguirán llegando. Los autobuses seguirán parando. Los dólares seguirán rodando. Porque cuando se entiende al canal, no hace falta publicidad: el negocio ya está hecho antes de que el turista pise la tienda.

Macondo tenía mariposas amarillas. Punta Cana tiene comisiones en efectivo.

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