Punta Cana no nació de un folleto turístico. Nació del esfuerzo de visionarios que llegaron con una maleta, un sueño y disposición para trabajar donde no había luz, agua ni caminos. La grandeza de este destino no está solo en sus playas perfectas: está en su gente.

Aquí no se pregunta “¿de dónde vienes?” sino “¿qué vienes a construir?”. Y esa mentalidad explica por qué hoy este lugar es el motor turístico de la República Dominicana y una de las marcas más fuertes del Caribe.

El camarero que habla tres idiomas.

La enfermera que cuida día y noche a visitantes y residentes.

El taxista que recibe al turista como familia.

El emprendedor que comenzó con una mesa y ahora tiene un negocio que da empleo.

Ellos son el verdadero rostro de Punta Cana.

En cada calle se respira ese sentido de pertenencia: la decisión de defender lo nuestro, organizarse, exigir mejores servicios, y al mismo tiempo, seguir sonriendo y trabajando.

Ese orgullo local promovido por todas las vías lejos de la arrogancia viene por conciencia del camino recorrido.

Porque aquí, todos los días, alguien se levanta más temprano que el sol para que este paraíso funcione.

A los fundadores visionarios que llegaron hace 50 años como a los que llegaron ayer es preciso decir gracias por creer que lo imposible se puede.

Punta Cana tiene playa, sí, pero sobre todo tiene corazón.

¿Tú también formas parte de esta historia?

Cuéntame en los comentarios: ¿qué te hace sentir orgullo de vivir aquí?

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