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Monday, December 8, 2025

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Bitcoin se Dispara por Aranceles de Trump

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Washington. El valor del bitcóin, la criptodivisa más popular del mundo, ha registrado un aumento significativo luego de sufrir una caída abrupta, generada por la imposición de nuevos aranceles comerciales del presidente estadounidense Donald Trump contra México, Canadá y China.

En el inicio de la jornada, el precio del bitcóin cayó hasta los 92.000 dólares, pero rápidamente repuntó y actualmente ronda los 99.000 dólares. 

Esta volatilidad refleja el impacto de las tensiones comerciales en los mercados financieros y el creciente interés de los inversionistas por refugiarse en activos digitales en tiempos de incertidumbre económica.

Expertos en criptomonedas destacan que las políticas comerciales agresivas de Estados Unidos han generado una búsqueda de alternativas financieras, siendo el bitcóin uno de los principales beneficiarios. 

Sin embargo, advierten sobre la posibilidad de futuras fluctuaciones mientras las tensiones comerciales persistan.

ENTRE MURALLAS DE ACERO Y SILICIO LA NUEVA GUERRA DE ARANCELES ENTRE EE.UU. Y CHINA

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Fernando Placeres

WASHINGTON Y PEKÍN — La historia, dicen, no se repite pero rima. A más de cinco años del estallido inicial de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las tensiones han escalado de nuevo. Esta vez, no se trata solo de acero, aluminio y soja: el frente de batalla incluye vehículos eléctricos, semiconductores, tecnologías verdes y una lucha soterrada por la supremacía económica del siglo XXI. La administración Biden ha decidido mantener —y en algunos casos aumentar— los aranceles que impuso Donald Trump, apostando por una mezcla de contención, protección y geopolítica disfrazada de política industrial.

El nuevo proteccionismo

El 2025 marca un retorno agresivo del intervencionismo comercial. Estados Unidos ha anunciado nuevos aranceles sobre productos estratégicos importados desde China, como paneles solares, baterías, microchips y automóviles eléctricos. Según la Casa Blanca, estos productos están “subvencionados de forma injusta” y amenazan a las industrias emergentes norteamericanas. Detrás de la narrativa está el temor de que China no solo fabrique más barato, sino que domine los sectores que Estados Unidos considera clave para su seguridad nacional y liderazgo económico futuro.

Pekín, por su parte, ha respondido con una mezcla de indignación y contención estratégica. El gobierno chino acusa a Washington de violar las normas de la OMC, pero también parece dispuesta a evitar una escalada total. Sin embargo, los fantasmas de 2018 están de vuelta. ¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Y qué implicaciones tiene esta nueva ronda arancelaria?

Efectividad discutible, intenciones claras

Diversos estudios —incluido uno reciente del Peterson Institute for International Economics— han demostrado que los aranceles anteriores no redujeron significativamente el déficit comercial estadounidense ni devolvieron empleos a los sectores afectados. En muchos casos, los consumidores y las pequeñas empresas estadounidenses terminaron absorbiendo los costos. La manufactura se encareció, los insumos tecnológicos se ralentizaron y el crecimiento fue menor al esperado.

Pero esta vez, la lógica es más defensiva que económica. Estados Unidos busca frenar el ascenso de China en sectores donde aún conserva ventajas competitivas. Es una batalla por el control de la cadena de valor de la energía renovable, la inteligencia artificial y los semiconductores, no por balanzas comerciales.

Consecuencias globales: nadie escapa ileso

Los efectos de esta pugna no se limitarán a dos países. Europa, América Latina y el Sudeste Asiático podrían quedar atrapados en medio de esta tormenta de acero y silicio. Las cadenas de suministro se verán alteradas, los precios se moverán al alza, y la inversión extranjera directa podría redirigirse hacia terceros mercados percibidos como “neutrales”.

Empresas multinacionales, atrapadas entre los reguladores chinos y norteamericanos, comienzan a rediseñar sus cadenas logísticas. México, Vietnam e India ya se perfilan como beneficiarios del nearshoring, al recibir inversiones que antes habrían ido a Shanghái o Shenzhen. Pero esto no es una victoria automática: requiere infraestructura, estabilidad política y talento humano.

¿Quién pierde más?

China podría resistir con más músculo del que se cree. A pesar de la desaceleración post-COVID y el desinfle de su burbuja inmobiliaria, su política industrial —guiada por el plan Made in China 2025— sigue vigente y respaldada por una política fiscal activa. Además, su mercado interno está en expansión y su alcance comercial se diversifica hacia África, América Latina y el Sudeste Asiático con acuerdos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Estados Unidos, por otro lado, arriesga encarecer su transición energética y comprometer su industria tecnológica al restringir acceso a insumos esenciales. Las tensiones políticas internas (con una elección presidencial polarizante en el horizonte) podrían también desestabilizar una estrategia que requiere visión a largo plazo y cooperación bipartidista.

¿Y el orden global?

La OMC, debilitada y deslegitimada, observa desde la barrera. El multilateralismo retrocede y la economía global se regionaliza. En vez de un mercado planetario integrado, emerge un archipiélago de bloques económicos en competencia. En ese contexto, los aranceles no solo son un instrumento comercial, sino también un símbolo del nuevo orden: uno menos cooperativo, más conflictivo y decididamente multipolar.

Conclusión

En una guerra comercial, nadie gana realmente. Pero algunos pierden más que otros. El conflicto entre Estados Unidos y China es más que una disputa de tarifas: es la manifestación de una lucha de poder sistémica. Lo que está en juego no es quién vende más acero o baterías, sino quién define las reglas del comercio, la innovación y la influencia global para las próximas décadas. La diplomacia, si llega, tendrá que competir con el ruido del proteccionismo y el eco de una desglobalización en marcha.

POR QUÉ LA GENTE SIENTE TODO MÁS CARO SI LA INFLACIÓN ES 3.7 % EN RD ?

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REFLEXIONES EN LA ARENA.-

Còmo explicarle al pueblo lo que su estòmago no percibe”.

Mientras saboreaba el nuevo Berry de Baskin Robbin, con chocolate blanco, (mi favorito) Odalis, a quien considero mi asesora doméstica en economía popular, me paralizó el gusto con esta frase:” …este gobierno es lo peor, los otros robaban pero al menos se podía comer…” Lentamente fuí soltando la paleta, no por mi deseo sino más bien porque un nudo repentino me cerró la garganta. Y entonces reflexioné:

La inflación interanual en la República Dominicana cerró agosto en apenas 3.71 %. Siendo esta una cifra baja y estable dentro de los márgenes que el Banco Central considera saludables entonces… por qué la conversación pública cuenta otra historia. En las calles, en los colmados y en las redes, la frase que más se escucha es simple: “todo está caro, carísimo ”.

El contraste entre el dato técnico y la percepción social merece una explicación. Y, sobre todo, una estrategia para comunicar mejor en un entorno digital donde las emociones pesan tanto como los números.

CAUSAS DE LA PERCEPCIÓN ALTA DE PRECIOS

Primero, los productos que más consume la familia dominicana suben por encima del promedio. El pollo, que es la proteína principal del país, pasó de 58 pesos en 2019 a más de 93 pesos por libra en 2025. Es un aumento que supera el 60 %. El huevo, otro básico, ronda los 178 a 205 pesos el cartón. Y el plátano, dependiendo de la temporada, ha tenido alzas y bajas, pero con picos que superan el 80 % en los últimos años. Son productos diarios. No son lujos. Allí se determina la percepción.

Segundo, los sueldos no crecen al mismo ritmo que el costo de la vida. Aunque los precios suban lento, el bolsillo no siente ese “lento”. Siente la diferencia entre lo que ganaba y lo que paga. Y esa diferencia siempre aprieta.

Tercero, la inflación tiene memoria. Los precios que subieron en 2021 y 2022 no bajaron después. El nivel general quedó más alto. Aunque la inflación bajara, el consumidor quedó atrapado en una especie de “inflación pegada”. Desde ese punto, cualquier incremento pequeño se siente enorme.

Cuarto, el alquiler y el costo de servicios esenciales como agua y electricidad presionan más en zonas turísticas como Punta Cana. El índice oficial no recoge con fuerza estos ajustes. La realidad local sí.

Quinto, el ecosistema digital amplifica la sensación. Videos de mercados, quejas masivas en redes, capturas de precios y comparaciones del pasado circulan en segundos. La narrativa emocional siempre corre más rápido que la estadística.

ESTRATEGIA PARA CAMBIAR LA PERCEPCIÓN DESDE LAS REDES DIGITALES

La clave no es esconder el dato. Es explicarlo. De manera corta, divertida (tipo memes) y vincularlo con ejemplos cotidianos. Una estrategia efectiva debe incluir tres líneas:

  1. CONTENIDO EXPLICATIVO DE BOLSILLO
    Piezas cortas que conecten el indicador oficial con lo que la gente ve día a día. Ejemplos prácticos, comparaciones claras y lenguaje directo. Un buen video de 30 segundos puede desmontar una idea repetida durante semanas.
  2. EDUCACIÓN FINANCIERA SIMPLE
    Enseñar cómo funciona la inflación, por qué hay diferencias entre inflación general y “inflación percibida”, y cómo los productos sensibles definen la narrativa. El objetivo es construir comprensión, no convencer a la fuerza.
  3. VOCES DE AUTORIDAD LOCAL
    En Punta Cana, por ejemplo, el consumidor cree más en testimonios cercanos: comerciantes, amas de casa, líderes comunitarios. Incorporarlos en cápsulas breves humaniza el mensaje y reduce el ruido.
  4. DATOS ABIERTOS Y TRANSPARENTES
    Publicar gráficas simples, comparaciones mensuales y datos verificados crea confianza. La gente no quiere largas tablas, quiere claridad.
  5. NARRATIVA POSITIVA CON EVIDENCIAS
    Se pueden destacar los precios que han bajado, las mejoras en oferta agrícola, la llegada de importaciones o el impacto del clima en las cosechas. La percepción cambia cuando el ciudadano entiende por qué algo ocurre.

Los amigos en el gobierno, y también los de la oposición… no deben olvidar que la inflación baja es un dato. La vida diaria es otra cosa.

La tarea no es negar lo que el consumidor siente, sino explicarle bien lo que realmente está pasando. Con información clara, transparente y humanizada, la conversación puede volver a un punto de equilibrio.

Fernando Placeres, M.Sc

Fernando Placeres, M.Sc, es comunicador, director de medios y consultor en marketing digital. Posee una maestría en Marketing & Digital Strategy.

@fernandoplaceres

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